Sesenta y ocho, seis – ocho. No, no significa que esté jugando al bingo y haya salido el número que me faltaba para obtener un premio. Esto significa que me cae uno más y eso hace que me acuerde de ti y de cómo celebrábamos este día que siempre recordabas con alegría y a su vez con cierto aire de resquemor, pero lejos de culparte por ese recelo he de decirte que te entiendo, me explico.
Año 1951, agosto, noche de parto en casa (como antes se paría) que culmina a las 02:50 de la madrugada con la llegada de un nuevo ser de 5,200 kg. Lo voy a poner en letra por si alguien cree que ha habido una confusión de números por mi parte, “cinco kilos y doscientos gramos” de ser que salió de tus entrañas. Si en aquella época hubieran existido las estadísticas formaríamos parte del libro Guinness. Por eso siempre entendí que recordaras todos y cada uno de tus días el momento de mi parto, pero la verdad es que viéndome ahora da que pensar que tanto esfuerzo fue en vano ya que mido 1,69 metros y no paso de los 75 Kg de peso, lo que vienen a ser unos valores estándar dentro de la población en España. Pero algo dentro de mí se resiste a que tu dolor no mereciera la pena y buscando una justificación que dé valor a tu esfuerzo me ha venido a la memoria este recuerdo acompañado de un deseo final.
A veces, siendo niño y paseando por la calle cogido de tu mano, veía unos letreros en tiendas o comercios que decían “cerrado por inventario”. Con la inocencia de mis pocos años pensaba ¿Qué estarán inventando ahí dentro? Me imaginaba a los tenderos y dependientes dando vueltas a la cabeza para inventar algo original que fuera positivo y beneficioso para su negocio pero no, no se trataba de inventar nada. Dentro se dedicaban a hacer listas de lo que faltaba por vender y se encontraba en el almacén, y de lo que ya se había vendido y por lo tanto había que hacer un pedido a los suministradores.
Hoy he estado pensando en eso, en los inventarios de entonces y no sé por qué razón he establecido comparaciones con la vida que tú me diste. Sin necesidad de colgar el letrero de cerrado, me ha dado por repasar el almacén de mi vida. He gastado muchos de los productos que tenía en mí almacén. Unos gastados e invertidos muy bien y otros…otros no tan bien, unos los he disfrutado al máximo y me han llenado de felicidad y otros…otros no tanto, pero lo que me ilusiona es todo lo que tengo aun por vender y es que todavía tengo mucho dentro de mi almacén, mucho por disfrutar…o sufrir, mucho que decir, mucho que expresar, mucho que sentir, y haciendo ese inventario siento que es bonito vivir.
No paro de cumplir años y eso me acerca más a tu lado, aunque mientras los siga cumpliendo se retrasa nuestro definitivo y eterno encuentro, pero cuando llegue el momento de pasar la luz me gustaría, y aquí viene el deseo final, que la gente me recuerde como una buena persona, alguien a quien mereció la pena conocer, pero que lo digan no por decir, si no con sentimiento y con sinceridad.
Ese sería mi éxito y eso justificaría las horas que viviste de dolor y sufrimiento al parirme a mí.